Archivado a mayo, 2017

Participación en La Contraparte, Radio Vallekas: ¿Seguridad para unos pocos o políticas de confianza para todas?

jueves, mayo 25th, 2017
Martes, 11 de abril de 2017
https://www.ivoox.com/18077532
La seguridad. Ese asunto tradicionalmente abordado desde la derecha y desdeñado desde el amplio espectro de lo que denominamos ‘la izquierda’. 
Si nos centramos en la seguridad en nuestro ámbito de vida más cercano (el del barrio, el de la ciudad) y la pensamos como pensamos las políticas públicas, dirigidas a imponer el orden establecido, o lo que es lo mismo: a contener y reprimir las consecuencias derivadas de las políticas neoliberales. La seguridad equivale a policía, a coacciones, a sanciones, a multas…. Este es el aspecto represivo al que las fuerzas sociales más emancipadoras se han opuesto con razón. Para la derecha, la violencia institucional como dispositivo de imposición de una paz social de fachada en un paisaje cada vez más sembrado de desigualdades e injusticias, las de la ciudad neoliberal, es, sencillamente, lo que hay que hacer.

Presentación del libro «Cartografías de la ciudad capitalista» en Traficantes de Sueños

jueves, mayo 25th, 2017
Viernes, 20 Enero 201719:00 en Librería Traficantes de Sueños

En este trabajo colectivo están recogidos los estudios de nueve ciudades del Estado español. Las orientaciones de los análisis de estas ciudades se centran por un lado en cuestiones vinculadas a los medios de producción y a la gestión del territorio en relación con estos, como sucede en los casos de Mallorca y Murcia; y por otro, en la reconversión de la ciudad en ciudades turísticas y la potenciación de la marca ciudad, como en las ciudades de Barcelona y Granada. En los estudios de todas estas ciudades, coincide un modelo que se reproduce a través de las mismas planificaciones, intervenciones y pretensiones. Este eje vertebrador ha sido un modelo de ciudad auspiciado bajo las lógicas del capitalismo actual.

En este sentido, el primer capítulo, «La producción de Barcelona como espacio de consumo. Gentrificación, turismo y lucha de clases», de Agustín Cócola Gant, analiza la transformación sufrida por Barcelona en las últimas décadas y viene a ser, en primera instancia, una historia abreviada de la producción del espacio y su conversión en una mercancía de la que obtener plusvalías.
El segundo capítulo «De la bicefalia de la ciudad portuaria a la bicefalia de la ciudad industrial», del antropólogo jerezano Miguel González Márquez, hace un recorrido por la transformación de la ciudad de Tarragona que pasó en poco tiempo de ser una ciudad administrativa conservadora a convertirse en un enclave portuario mediterráneo.

En el capítulo tercero nos encontramos con «La ocupación del espacio y el común denominador del trabajo urbano. Apuntes desde Mallorca» del también antropólogo social Marc Morell. De la mano del concepto de «obra» de Henri Lefebvre y de la literatura al uso sobre «bienes comunes», este capítulo ahonda en el carácter productivo de la ciudad, y lo hace considerando la relación que mantienen el trabajo muerto y el trabajo vivo en el proceso de patrimonialización al que desde hace varias décadas se ha visto sometida la Ciutat de Mallorca (conocida habitualmente como Palma).

El capítulo cuarto está dedicado a la ciudad de Valencia, la tercera más poblada del Estado. En el texto «Otra vuelta de tuerca. La bicicleta en Valencia y el renovado capitalismo urbano», el antropólogo Diego Ortega Botella y el sociólogo Rodrigo Martínez Novo evalúan las lógicas prácticas que utiliza el Gobierno municipal a la hora de organizar las conexiones del entramado urbano.
«Los tiempos de la ciudad de los centros comerciales: capital, trabajo y vida. El caso de la reestructuración territorial de Murcia», de los sociólogos Antonio J. Ramírez Melgarejo, Andrés Pedreño Cánovas y Miguel Ángel Alzamora Domínguez, aborda las transformaciones territoriales, sociales, productivas y laborales generadas por los cambios recientes en el área metropolitana de Murcia, tomando como indicador la implantación de grandes centros comerciales y la creación de un nuevo modelo socioeconómico.

«Órdenes urbanos: gobierno neoliberal y desigualdad» es el título del sexto capítulo, en esta ocasión sobre Madrid, a cargo de Débora Ávila, Beatriz García, Sergio García, Eva García, Óscar Muñoz y Daniel Parajuá del Observatorio Metropolitano, quienes indagan en el impacto diferencial de las políticas neoliberales en el centro y en la periferia de la ciudad, así como en la apertura de distintas brechas sociales en torno a la renta, los servicios, los derechos y la forma de gobernar los sujetos y los espacios.

En el séptimo, «Sevilla 1929-1992. La producción de una mercancía», Ibán Díaz esclarece cómo se ha reconfigurado el espacio urbano de forma estratégica, generando un escenario acondicionado para las necesidades de acumulación de capital. Para ello, como podemos ver en el análisis global de este libro, la política urbana se convierte en un instrumento del capital inmobiliario y financiero.
El capítulo octavo titulado «Cádiz: un quiero y no puedo en la conformación de la ciudad neoliberal»viaja hasta el sur del Estado español donde Lorena Garrón, Vanessa Gómez, Rosa Sánchez y José Manuel Mato (Asociación Gaditana de Antropología) analizan cómo los cambios acaecidos en la ciudad en las últimas décadas, caracterizados por la desestructuración industrial, el desempleo masivo, la (re)aparición de grandes bolsas de exclusión social, la explotación de la ciudad hacia un modelo de consumo turístico y la privatización de los espacios públicos, han llevado al surgimiento de grandes conflictos sociales en la población y han puesto en evidencia los fines políticos y económicos de muchas de las transformaciones urbanas.

En el capítulo noveno, nos encontramos con «Granada(s), un tronco, muchas ramas» de los antropólogos Óscar Salguero Montaño y Juan Rodríguez Medela del Grupo de Estudios Antropológicos La Corrala. La ciudad de Granada se conoce de diversas maneras que van desde la ciudad universitaria a la turística, pasando por la ciudad lorquiana o la orientalista bajo el influjo de la Alhambra. Todas estas concepciones confluyen en la Granada capitalista, eje central de este texto.

Tras la lectura de estos nueve capítulos sobre ciudades del Estado español nos encontramos con el epílogo, «Del plano al mapa», en el que a partir de los distintos elementos en los que profundiza cada capítulo se esboza una panorámica de las coordenadas con las que definimos la ciudad capitalista.

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Publicación del libro «Cartografía de la ciudad capitalista. Transformación urbana y conflicto social en el Estado español»

jueves, mayo 25th, 2017

Septiembre 2016.

Este libro en dónde el Observatorio Metropolitano de Madrid participa aportando el 6º capítulo titulado «Órdenes urbanos: centros y periferias en el Madrid neoliberal» (Débora Ávila, Beatriz García, Sergio García, Eva García, Óscar Muñoz y Daniel Parajuá), es un trabajo colectivo coordinado por el Grupo de Estudios Antropológicos La Corrala, editado por Traficantes de sueños y con la participación de 21 autoras y autores, que analizan los procesos de transformación urbana de nueve ciudades del Estado español: Barcelona, Tarragona, Mallorca, Valencia, Murcia, Madrid, Sevilla, Cádiz y Granada.

CartografiaCiudadCapitalista_portada_ilustracionROSA_TORTOSAEn cada capítulo se incluye un análisis de cómo se ha ido conformando la ciudad, centrándose en uno o varios aspectos de la misma, así como una mirada a las resistencias vecinales y ciudadanas que han ido surgiendo como reacción a los conflictos que generaban determinadas intervenciones (como la construcción de grandes infraestructuras del transporte, la renovación de los barrios históricos, la multiplicación de los centros comerciales, la regulación, fiscalización y «securitización» de los espacios públicos, la celebración de grandes eventos internacionales, etc.).

Tras este mapeo estatal del desastre, en el epílogo «Del plano al mapa» se tratan de comparar y sintetizar las principales dinámicas expuestas en los distintos capítulos sobre el modelo hegémonico de ciudad capitalista. Cierra el libro la interesante síntesis del trabajo realizado por el colectivo audiovisual Left Hand Rotation en su taller Gentrificación no es un nombre de señora en diferentes ciudades del mundo. Este trabajo incluye un resumen del proyecto, los materiales que han utilizado y un vídeo donde se recopilan los principales resultados audiovisuales de cada taller.

Además, el libro va acompañado del espacio web <www.cartografiadelaciudadcapitalista.net>, actualmente en construcción, y en donde se alojarán la versión electrónica, los vídeos del taller Gentrificación no es un nombre de señora y cuantos otros documentos relacionados, como reseñas, entrevistas e información sobre los y las autoras.

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«Enclaves de riesgo» en Tallers de formació col·lectiva: rehabilitació de barris, desigualtats i desplaçament

jueves, mayo 25th, 2017
En el marco de los «Tallers de formació col·lectiva: rehabilitació de barris, desigualtats i desplaçament» de La Dula
«Ciudad Fragmentada y espacios de riesgo: lógicas de gestión securitaria en Madrid» con Sergio García y Débora Ávila (Observatorio Metropolitano), coautores y editores del libro.
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En els darrers anys han nascut en diferents barris de la ciutat una sèrie de moviments associatius i col·lectius centrats en bona mesura en combatre l’exclusió social i la pobresa així com en afavorir espais de convivència i diversitat cultural. Els casos d’Orriols, Cabanyal, Velluters o Natzaret són bons exemples d’aquest fenomen, que ha vingut a impulsar i actualitzar l’associacionisme veïnal.

De la ma d’aquestes experiències s’han assentat una onada de noves demandes veïnals, en clara sintonia amb certes qüestions teòriques. Entre elles, la necessitat de potenciar l’habitatge públic i la implementació de formes cooperatives, la promoció de la salut comunitària, la generació de polítiques de la confiança enfront de les demandes securitàries o el blindatge de la població més vulnerabilitzada davant el risc de desplaçament.

Tota una sèrie de punts que configuren una nova mirada sobre la rehabilitació i regeneració de barris, que comença a generar un model alternatiu a les simples estratègies basades en la revalorització i elitització d’una zona, però que també van més enllà d’aquelles intervencions amb un marcat caràcter assistencialista i sovint paternalista, promogudes a vegades des de diferents actors.

Llavors, el taller tracta de generar un espai des d’on pensar col·lectivament aquestes estratègies i accions, amb la finalitat de construir una agenda comú als diferents dels barris de València. Es busca dotar-se de noves eines conceptuals i referents pràctics per afectar i incidir en els debats que atravessen hui la ciutat, articulant una línia de treball diversa i sostenible en el temps al voltant d’aquesta qüestió.

TEXTOS RECOMANATS

Sessió 1
Fernando Gaja. Assignatures pendents: el Cabanyal
http://www.levante-emv.com/opinion/2016/02/21/assignatures-pendents-cabanyal/1382124.html

Sessió 2
Sergio García i Débora Àvila. Ciudad Fragmentada y espacios de riesgo: lógicas de gestión securitaria en Madrid
http://www.ub.edu/geocrit/coloquio2014/Sergio%20Garcia%20Garcia.pdf

Sessió 3
Dani Martínez. El sol sempre ix pel Cabanyal
El sol sempre ix pel Cabanyal

Lluís Benlloch. Algunes notes sobre la gentrificació de Russafa
http://www.eldiario.es/cv/laciudadconstruida/Algunes-notes-gentrificacio-Russafa-II_6_400069992.html

 

Presentación de «Enclaves de riesgo» en la Hidra de Barcelona

jueves, mayo 25th, 2017
3 de junio 2016 – 18:30 hrs en La Hidra Cooperativa: c/ Sant Vicenç 33 (Raval)
«Desigualdad, neoliberalismo, periferias»
Débora Ávila y Sergio García (coordinadores, Observatorio Metropolitano)
José Ángel Brandariz (coautor, profesor de derecho y criminología, Universidad de A Coruña)
Albert Sales (Grup de treball sobre pobresa, Ajuntament de Barcelona)
Jaime Palomera (La Hidra Cooperativa)
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Al hilo el curso  de Nociones Comunes «La política desde las periferias» de La Hidra Cooperativa, sesiones y audios aquí:
http://lahidra.net/la- politica-desde-las-periferias/

Presentación «Gobierno neoliberal, desigualdad y control social. Enclaves de riesgo.»

jueves, mayo 25th, 2017
Jueves, 5. Mayo 2016 – 19:00h en Librería Traficantes de Sueños

Con la participación de Laurent Bonelli, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Paris X-Nanterre y co-redactor jefe de la revista de sociología política Cultures & Conflicts, los editores del libro del Observatorio Metropolitano, Sergio García García y Debora Avila y un miembro de las Brigadas Vecinales de Observación de los Derechos Humanos.

La ciudad no es un espacio liso y uniforme. Tiene zonas iluminadas, aptas para la libre circulación, y zonas de penumbra, de movilidades complejas y clandestinas; lugares de prosperidad económica y otros que acumulan pobrezas; enclaves seguros y enclaves de riesgo.

Son los daños colaterales de un modelo neoliberal que reduce derechos no tanto para aumentar los beneficios de unos pocos, como para fomentar la rivalidad y la competencia en tanto palanca de deseo; que privatiza no solo los recursos públicos, sino toda vida en común en pro del principio de escasez y su correlato, la responsabilidad individual; que no persigue tanto eliminar las disfuncionalidades como detectarlas y mantenerlas a raya, contenidas dentro de una desigualdad sostenible.

El neoliberalismo desvía la tensión y la ansiedad generada por la ruina de la «seguridad de los derechos» hacia el «derecho a la seguridad», de forma que la población misma exija más monitoreo, más policía, más castigo. ¿Pero acaso no es en esta co-producción por abajo del dispositivo securitario donde se encuentra su superación? Inventando nuevas formas colectivas de enfrentar la exclusión y la soledad se conjurarán nuestros miedos.

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Gobernar desde el miedo. Seguridad, terrorismo y desigualdad social.

jueves, mayo 25th, 2017

Miércoles 4 de mayo 2016, 12h. Salón de Grados de la Fac. de CC. Políticas y Sociología de la UCM

Invitados:
– Laurent Bonelli. Universidad de París X – Nanterre
– Ignacio Mendiola. Universidad del País Vasco
– Sergio García y Debora Avila,. Observatorio Metropolitano y Universidad Complutense de Madrid.

El objetivo del acto es generar una reflexión en torno a la extensión de las formas de gobierno securitarias desplegadas en las ciudades contemporáneas, máxime en el contexto de escalada del terrorismo yihadista y de las políticas policiales. Abordando aspectos diferentes de la gestión securitaria actual -desde los dispositivos preventivos en la ciudad a la represión sobre determinados sujetos y su construcción como terroristas- y su afectación diferencial sobre una geografía local y global marcada por las desigualdades sociales, se pretende pensar la deriva securitaria en el seno de la Unión Europea como doble de su retroceso en materia de políticas sociales.

Escuchar audio de la conferencia

Presentación del libro «Enclaves de riesgo» en la Casa Invisible de Málaga.

jueves, mayo 25th, 2017

Presentación del libro «Enclaves de riesgo» en la Casa Invisible de Málaga.

Miércoles, 24 de febrero de 2016. Hablaremos sobre la centralidad de la idea de seguridad en el neoliberalismo, una forma de convertir el miedo a la exclusión en arma a favor de la competencia, y su impacto en la ciudad, en la historia de los barrios, en las formas de control y en las resistencias desde abajo.

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Participación en Nociones Comunes «¿QUE HAY DETRÁS DE LAS GUERRAS? Nuevos enemigos, gobernanza securitaria y resistencias»

jueves, mayo 18th, 2017

Nuestr@s compañer@s Débora y Sergio, fueron invitad@s por NOCIONES COMUNES, para llevar a cabo esta sesión correspondiente al curso ¿QUE HAY DETRÁS DE LAS GUERRAS?

SESIÓN 2: DESMANTELAMIENTO DEL ESTADO DEL BIENESTAR Y POLÍTICAS SECURITARIAS Periferias, desigualdad y gobernanza neoliberal. 
Fecha: Miércoles 10 de febrero 2016 en Traficantes de Sueños
Introduce: Débora Ávila y Sergio García

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Presentación: Débora Ávila y Sergio García nos acompañarán en esta sesión con el propósito de diseccionar las razones y formas del doble dispositivo de intervención policial y social con el que la gobernanza neoliberal, en su declinación española y más específicamente, madrileña.,trata de salvaguardar un orden cada vez más excluyente. Ajenas a las causas de las discriminaciones, exclusiones e injusticias anudadas en el origen de los problemas sociales, estas políticas —organizadas en torno a la perversa noción de “riesgo”— no aspiran, obviamente, a resolverlos, sino únicamente a contener las previsibles consecuencias de la fábrica de desigualdad que es el capitalismo global.

Escuchar audio parte 1

Escuchar audio parte 2

Políticas de la confianza para el descontrol urbano

jueves, mayo 18th, 2017

Sergio García García

PUBLICADO EN LA EDICIÓN IMPRESA DEL PERIÓDICO DIAGONAL DEL 31 DE MARZO AL 13 DE ABRIL DE 2016

Descargar en PDF: Políticas de la confianza para el descontrol

 

Solemos partir de dos presupuestos a la hora de analizar el creciente control social: por un lado lo consideramos como la intensificación de la dominación de las élites sobre la población, y por otro como la extensión de la lógica de la represión mediante nuevas tecnologías. Pero este argumentario, útil como marco interpretativo de la respuesta estatal a la protesta, se desdibuja cuando vemos que mucha gente vive insegura y demanda policía para sus barrios. Nuestra reacción, entonces, es igual de previsible, pero ahora más preocupante (por la superioridad moral e intelectual que destila): “la gente está manipulada por los medios”. No entendemos que, más allá de la defensa de privilegios privados de las clases medias y altas, y del sensacionalismo mediático, la (in)seguridad juega un papel importante para los vecindarios que, en barrios periféricos y humildes -en contextos de desprotección social y comunitaria-, vive sus conflictos cotidianos en vulnerabilidad y soledad. Antes de plantearnos cuestiones abolicionistas sobre la policía y el control, hemos de reconocer que hoy por hoy, ni desde los movimientos sociales ni desde las “instituciones del cambio”, tenemos una respuesta alternativa a la gestión de los males cotidianos (conflictos de convivencia y micro-violencias predatorias).

Lo que sí tenemos es la posibilidad de reflexionar lo que (nos) ocurre en la vida urbana neoliberal y de explorar respuestas que vayan produciendo nuevos contextos y nuevas relaciones. En el plano reflexivo, conviene pararse a pensar el sentido de las políticas de control securitario y su subjetivación en el cuerpo social. Va una propuesta de lectura: los procesos de acumulación por desposesión, y sus consecuencias en forma de creciente desigualdad y pobreza (considerados “factores de riesgo” para el orden social), hacen necesaria la protección de las propiedades y las inversiones. Ordenanzas de civismo, leyes de seguridad ciudadana y privada y plantillas policiales sostenidas, persiguen la seguridad de la economía.

Pero el neoliberalismo no es solo un proceso material, es sobre todo un modo de producción cultural que pone en el centro el interés individual, el cálculo económico y la competencia. Más que la represión desde arriba, lo que tenemos que observar es cómo la seguridad es demandada y practicada desde abajo: si la competencia es el modo naturalizado de relación en una ciudad atravesada por las estructuras del mercado y las diferenciaciones identitarias que proporcionan la nacionalidad y la etnia, el otro (individual o colectivo) no es sino un rival en la lucha por recursos escasos (“les dan las ayudas… y vienen a delinquir”) o un coste que reduce mis beneficios (“devalúan el barrio”), alguien del que prevenirme, de quien no me puedo fiar. La desconfianza es a la competencia lo que la seguridad al mercado, un modo subjetivo fundamental en la ciudad neoliberal.

El repertorio actual de intervenciones y roles desborda nuestras imágenes estereotipadas sobre la policía. Policía de proximidad para ver y ser vista, análisis de riesgos a partir de los datos que proporcionan sensores tecnológicos y cámaras, charlas preventivas en colegios y centros de mayores, reuniones con vecinos y comerciantes o intervenciones urbanísticas para generar espacios defendibles, implican, además de formas de complicidad entre instituciones y ciudadanía, la colonización policial de un campo -la convivencia- arrebatado a las comunidades y a la intervención social. Y todo ello mediante una racionalidad de cálculo que no se ajusta a la idea de una policía legalista, sino gerencial: economía de la seguridad.

Es así como en el plano del ensayo de alternativas capaces de revertir los efectos de gobierno de la sociedad de control preventivo y competitivo, se nos presenta una situación menos trágica que ante la represión (no nos jugamos el cuerpo), pero a la vez mucho más compleja. Si la represión es capaz de movilizar comunidades que rompen el silencio para evidenciar la violencia estatal y de poner en marcha formas de apoyo mutuo (con mayor o menor éxito), la prevención nos pilla solos, sin una comunidad homogénea de afectación (los efectos son enormemente diversos según diferencias de clase, género, etnia, edad, color de piel, etc.), sin consenso sobre lo injusto de los efectos de la intervención preventiva (“mejor que la policía hable con la gente a que dé porrazos”) y sin prácticas de relación alternativas que cuiden y brinden la sensación de protección necesaria para dejar de demandar la intervención policial.

Abrir grietas en el dispositivo securitario consiste -más allá de procesos estructurales de igualación social- en apostar por la confianza social en espacios de anonimato y comunitarios: si la seguridad y la prevención son posibles por la desconfianza ligada a la inflación de competencia, unas nuevas políticas de la confianza deberían poner en el centro la mirada contextual, el vínculo social, la cooperación y la deliberación en torno a espacios, conflictos y problemas comunes. Se trata por un lado de aprender de la potencia de las prácticas cotidianas de habla y cuidado mutuo en los espacios públicos y comunitarios que sobreviven a pesar del proceso de individualización y creciente competencia: en nuestro contexto suponen contraconductas que desafían el régimen de verdad al explorar nuevas formas de entender el binomio libertad/seguridad. No es extraño escuchar a personas imbuidas en procesos colectivos locales o que sostienen una amplia red de relaciones, que se sienten “como en casa, libres y seguras en su barrio” (frente a la idea de libertad liberal, que considera lo colectivo como sinónimo de opresión).

Y por otro, de impulsar procesos reflexivos y espacios de decisión inclusivos que permitan rellenar el vacío que ha ido colonizando la gestión policial en el seno del movimiento vecinal y de la intervención socio-educativa. Los nuevos “ayuntamientos del cambio”, aún limitados en su agencia y observados con lupa en plena guerra cultural, pueden garantizar la existencia de esas prácticas autónomas de cuidado colectivo y sostener la creación de nuevas experiencias locales que vayan más allá, no solo de la mera eliminación de los dispositivos represivos (antidisturbios municipales), sino también de la -ya manida por la gestión neoliberal- policía preventiva. Sin cooptar y sin capitalizar dichos procesos, pero apoyando la gestión comunal de algunos conflictos con recursos.

Se trata de contraponer la confianza a la transparencia de los datos, los cuidados en calles socialmente densas a la vigilancia policial, las mediaciones naturales y socio-educativas a los nuevos roles policiales, la autogestión de los conflictos en calles y escuelas al uso instrumental de radares sociales, la comprensión del contexto social a la inseguridad subjetiva, la cultura de la no violencia a la socialización de la competencia, la creación de actividades y espacios del común a la privatización del espacio público, la inclusión de todos los implicados a la diferenciación securitaria, la democratización en consejos locales a la participación banal. Se trata en definitiva de generar procesos de autogobierno no solo de los bienes, sino también de los males, con el fin de ir desalojando el gobierno policial de lo social.

 

Discursos securitarios: cultura de la prevención

miércoles, mayo 17th, 2017

Algunas representaciones e intervenciones contraculturales llaman la atención sobre la seguridad, en torno a la que cada vez más se yergue un peligroso e inseguro consenso.

PUBLICADO EN LA EDICIÓN IMPRESA DEL PERIÓDICO DIAGONAL DEL 17/01/16
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A pesar de que la seguridad no sea actualmente el tema de moda en los debates electorales o en las preo­cupaciones testadas por el CIS, en nuestras ciudades se observan signos de la obsesión creciente por proteger la propiedad privada (vallas, cámaras y conserjes en urbanizaciones cerradas) y de la extensión capilar de la cultura de la seguridad en los espacios públicos.

En esta época del reclamo de la “seguridad para defender nuestras libertades”, tras los atentados de París, se ha publicado el libro Enclaves de riesgo. Gobierno neoliberal, desigualdad y control social, coordinado por el Observatorio Metropolitano de Madrid. Se trata de un abordaje del auge de la seguridad no tanto desde el enfoque habitual del recorte de libertades como desde la perspectiva de su relación con las desigualdades.

La pérdida de derechos sociales, acompañada de la creciente individualización de las biografías, es sustituida por la protección policial y por la asunción de precauciones hacia los demás y hacia sí misma por parte de la ciudadanía. Esta protección y autoprotección debe leerse como un eficaz modo de gobierno en el que participa tanto el ministro del Interior como Antonio, el vecino del quinto. Y, como bien define el Diccionario de las periferias de Carabancheleando refiriéndose a este vecino –pequeño especulador, xenófobo y de natural desconfiado–, “Antonio somos todos”.

Todo empezó con la difusión de la ideología de la prevención. La prevención fue un concepto em­plea­do en la intervención social y el movimiento vecinal de los años 70 y 80 como respuesta alternativa a la represión policial sobre los sujetos marginados de la época (jóvenes periféricos, toxicómanos, etc.).

La confluencia entre las demandas vecinales de mayor presencia policial (“policía de proximidad”) ante la crisis de inseguridad motivada por el paro y la heroína, y la introducción de nuevas corrientes criminológicas anglosajonas en la gestión policial, hizo emerger la prevención de la inseguridad ciudadana en la década de los 90 como la piedra angular de las políticas públicas en nuestras ciudades. Esa prevención funciona anticipándose a los fenómenos a partir de la evaluación de riesgos, pero sin acudir a las causas estructurales de la delincuencia y “predelincuencia”, sino centrándose en las situaciones concretas del delito y en el “análisis de oportunidades” de los delincuentes. Es así como la prevención social quedó reducida a “situacional”.

La centralidad de la prevención no sustituye a la represión. Somos testigos de cómo el encarcelamiento ha sido, a base de endurecimiento penal, el recambio de las instituciones del Bienestar (el número de presos en España creció ocho veces desde la muerte de Franco hasta 2009). También sufrimos la Ley Mordaza, los agujeros negros de los derechos que son los CIE, o la persistencia de la tortura. Pero esa gestión hard de la seguridad va siendo cada vez más invisibilizada o estetizada al tiempo que se hace lucir una gestión soft, mucho más legitimada al apoyarse en la “demanda de seguridad”.

Orwell no estuvo aquí

La seguridad preventiva no puede leerse desde lecturas simplistas y conspiranoicas: no vivimos en el 1984 de George Orwell, no hay un plan. Por el contrario, la prevención es participativa, y no sólo a través del préstamo voluntario, transparente y alegre de nuestras opiniones y datos en internet, sino mediante nuestra implicación cotidiana en el control de nuestros espacios de vida, en los que levantamos fronteras físicas y relacio­na­les y colocamos cámaras elec­tró­nicas y psicológicas a partir de los recelos vecinales tejidos de desigualdades. Como afirma el poe­ta David Eloy Rodríguez, “el problema ahora es que hay muchos vigilantes y pocos locos. El problema ahora es que la jaula está en el interior del pájaro”.

Las jaulas en forma de gestión preventiva de la (in)seguridad objetiva y subjetiva se expresan en muy distintos ámbitos y por muy diversos actores. El primero y más evidente es la gestión policial del espacio público. Los datos permiten construir cartografías urbanas de riesgos que redundan en una gestión de los efectivos policiales más eficiente en tareas de prevención presencial. El grupo Pony Bravo nos invita a visitar la orilla del Guadalquivir, Turista ven a Sevilla, tranquilizándonos al advertir que la policía vigila la noche. La disuasión del coche patrulla en el parque donde los chavales hacen botellón se combina con la burorrepresión vía ordenanzas de civismo o los controles de identidad selectivos: se apela al cálculo ra­cional en pro de los propios intereses individuales –¡como buenos homo economicus que somos!– para que nos marchemos o nos invisibilicemos si no queremos ser sancionados. Planes como el de Seguridad de Lavapiés, que refuerzan la hiperpresencia policial con el respaldo de algunas asociaciones de vecinos y comerciantes, se com­plementan en las áreas más golosas para el mercado con la videovigilancia. Esta transparencia me­diante los datos y las imágenes permite resolver delitos, pero sobre todo busca disuadir su comisión y expulsar “por su propia voluntad” a aquellos cuerpos y aque­llas prácticas que por su escaso valor de mercado serán objeto de sospecha por parte de las fuerzas de seguridad. Sonríe, te están grabando o Camarón contra las camarillas, del colectivo Un Barrio Feliz, fueron campañas de guerrilla de la comunicación que trataron de evidenciar el panóptico callejero en el que se convirtió Lavapiés a partir de 2010 en pleno proceso de gentrificación.

Las instituciones de Policía local han comprendido que la seguridad excede al trabajo policial. Pero en lugar de dejar hacer a otros agentes, como las propias comunidades o los profesionales de la intervención social, el mo­delo de ges­tión contemporáneo los pone a trabajar y va insertando a la propia policía y sus lógicas en esos ámbitos. Los agentes tutores o los policías mediadores constituyen nuevas figuras policiales en los colegios o en los tejidos asociativos de los barrios. Documentales como Tolerancia cero muestran cómo en Estados Unidos la policía es usada cada vez más en la prevención y resolución de conflictos meramente escolares, aunque el documental es menos crítico con la intervención de los agentes tutores en España. Del mismo modo, los consejos distritales de seguridad tratan de implicar a las asociaciones vecinales en la gestión de la seguridad de los barrios, pero no como agentes autónomos de prevención, resolución y mediación, sino como radares de problemas y meros clientes del servicio policial que piden cuentas de su eficacia.

No obstante, no sólo la policía construye y gestiona la ciudad del riesgo. También urbanistas, arquitectos y vecinos producimos verdaderas obras de arte y pequeñas artesanías securitarias. El arquitecto griego Stavros Stavrides designa como “enclaves” las islas acotadas por muros en el archipiélago que es la ciudad neoliberal, islas que flotan en un mar, el espacio público, cada vez más sometido a la excepción securitaria. Como narra la película La zona, es­tos espacios residenciales y co­merciales tienen sus propias re­glas, allí se ponen en suspenso incluso normas y leyes de rango superior.

Estos enclaves tienen sus propias reglas, allí se ponen en suspenso incluso normas y leyes de rango superior.

Rodeadas por vigilantes, muros, vallas, rejas y pinchos, fuera de estas zonas se talan “arbustos criminógenos” y se plantan farolas que combaten la oscuridad, superficies resbaladizas o irregulares que impiden estar e impelen a pasar, cactus y chorros de agua que ordenan los cuerpos y los espacios comunes a partir de los principios de la prevención situacional. Es así como se hacen más fáciles unos usos que otros, unas presencias que otras. En ocasiones se apela a urbanistas progresistas, como Jane Jacobs o Francesco Tonucci, para reforzar la vigilancia natural del espacio común, si bien recontextualizando sus ideas sobre la autogestión comunitaria de la seguridad en un nuevo modo de gobierno que sustente el orden social desigual. Y sin florituras intelectuales, las propias comunidades de propietarios, e incluso de vecinos, construyen con más o menos recursos las ciudades dentro de la ciudad. Es así como va proliferando el arte de las bellas vallas, esas que Leó­nidas Martín documenta en su blog Leodecerca. Aparte de la visibilización en los últimos años de esta arquitectura hostil, algunas acciones, como #ArreglaTuMarquesina (tuneo de los asientos anti-sinhogar de las paradas de bus en Madrid), han buscado intervenirlo para hacerlo más habitable.

«El discurso de guerra implica una polarización ‘ellos-nosotros’ que es un sinsentido»

miércoles, mayo 17th, 2017

Hablamos con Laurent Bonelli, profesor de Ciencia Política (Universidad de Paris x Nanterre), sobre la situación en Francia.

PUBLICADO EN LA EDICIÓN IMPRESA DEL PERIÓDICO DIAGONAL DEL 05/01/16

bonelliNada provoca más miedo, nada justifica mejor una escalada securitaria, que los azotes del Daesh en Occidente. Cualquier espacio cotidiano (tren, metro, concierto, café…) se convierte en un potencial espacio de muerte. Si el miedo al otro ya inundaba las ubanizaciones cerradas, el miedo al otro yihadista inunda la vida entera. Conversamos con el sociólogo francés Laurent Bonelli, estudioso de la relación malograda entre la juventud de las banlieues y las instituciones francesas.

Recientemente se ha publicado el libro ‘Enclaves de riesgo’, en el que aparece un texto tuyo dedicado al disciplinamiento de los jóvenes de las periferias francesas y su deriva securitaria. ¿Por qué ligas derechos y empleo con el asunto de la seguridad?

Es totalmente artificial separar la seguridad de la cuestión social. Existe un estrecho vínculo entre la inseguridad existencial y los pequeños desórdenes urbanos. En la sociedad fordista, los desórdenes característicos de la juventud (violencia, pequeños robos, vandalismo, etc.) se regulaban en su mayoría a través de la integración en el mundo de la fábrica. Con el paso de los años la integración profesional permitía “sentar cabeza”, como se decía entonces. Hoy ya no es el caso. La precariedad, las discriminaciones o el desempleo masivo que experimentan hoy muchos jóvenes de las periferias francesas les impide encontrar esta estabilidad y favorece la permanencia de los desórdenes juveniles. Además, estos jóvenes son percibidos de manera diferente que en el pasado. Los viejos obreros no reconocen en las nuevas generaciones sus herederos. Su mundo se ha deshecho y estos jóvenes encarnan de manera especialmente visible este declive colectivo. Todo ello genera un repliegue en el espacio doméstico y un malestar profundo que los politólogos analizan de manera sesgada como “sentimiento de inseguridad” y que los políticos usan en sus campañas par intentar reconquistar un electorado masivamente abstencionista.

“La violencia política es un proceso relacional”

Los atentados de París de la noche del 13 de noviembre de 2015, así como el ataque a la revista Charlie Hebdo o al museo judío belga, han tenido como protagonistas a jóvenes franceses, na­cidos y educados en Francia, y no a terroristas llegados de otros países. ¿Qué condiciones han hecho posible que jóvenes de barrios periféricos cometan actos de una extrema violencia en sus propias ciudades?

Es cierto que varios de los autores de estos ataques presentan unas trayectorias parecidas: intervención precoz de los servicios sociales, escolaridad técnica, sociabilidad callejera y delictiva y por fin encarcelamiento. Todos comparten una visión del islam compuesta de combatientes convertidos en héroes (los muyahidines), hazañas y escenarios lejanos de conflicto. De hecho, varios viaja­rían a esos destinos (Siria, Pakistán, Afganistán, Yemen). La pro­pa­ganda, las pré­dicas y las es­tancias iniciáticas les proporcionan una representación del mundo bastante simple que reúne en un todo coherente su experiencia concreta de la dominación, de la discriminación, la que sufren otros pueblos (en Mali, en Chechenia, en Palestina, etc.) y un gran relato civilizatorio que designa a los judíos y a los infieles como responsables de todos esos males. Esta concepción de la religión es fácil de asumir, dado que es al mismo tiempo una toma de conciencia (de su situación) y una liberación, que le ofrece a la rebeldía un ideal más ‘elevado’ y universal que la delincuencia y la marginalidad.

Sin embargo, estas características no son sólo las de unos individuos que han cometido atentados, sino las de decenas de miles de jóvenes. De ahí la gran ingenuidad de buscar perfiles. El uso de la violencia en política (en tiempo de paz) concierne a muy pocas personas, y no sale de la nada. Hay que dibujar sus genealogías –la guerra civil argelina juega sin ninguna duda un papel en los últimos atentados– y entender las dinámicas propias de las trayectorias de estos individuos, sin nunca olvidar el papel de las autoridades públicas (y particularmente de la policía y de la justicia): la violencia política es un proceso relacional.

Los ataques yihadistas están siendo usados por los gobernantes para mostrar músculo ante la opinión pública en forma de respuestas represivas bélicas. En este sentido, el discurso del Frente Na­cional parece marcar el paso desde hace años en la política francesa. ¿A qué verdad apela Marine Le Pen que ha atraído a tantos franceses?

Los atentados que experimenta Europa desde el principio de los años 2000 son terribles. Pero en ningún caso han desestabilizado los Estados. Los servicios de inteligencia, la policía y la justicia han hecho su trabajo, generalmente de manera eficiente. Los autores y sus cómplices han sido neutralizados o arrestados rápidamente. En vez de felicitarse por ello, el Gobierno francés usa un discurso bélico, o peor aún, de guerra de civilizaciones. Marine Le Pen no puede pedir más… Ni siquiera tiene que decir nada, si el propio Gobierno socialista señala el “islamismo radical” como enemigo.

El discurso de guerra implica una polarización (entre “ellos” y “nosotros”) que es un sinsentido en materia de violencia política. Dos discursos simétricos se enfrentan: el de las autoridades (“o están con nosotros o están con los terroristas”) y el de las organizaciones armadas (“o están con nosotros o son malos musulmanes, nacionalistas, revolucionarios, etc.”). Ahora bien, la “relación terrorista” no incluye a dos participantes, sino a tres. El enfrentamiento entre los dos primeros se realiza ante la mirada por lo general indiferente del grueso de la población, que ocupa una posición de espectadora a través de los medios de comunicación. Este distanciamiento constituye precisamente la condición de la no extensión de la violencia, particularmente cuando los grupos radicales no disponen de bases sociales o territoriales fuertes. Pero la presión que se ejerce para desembocar en condenas unánimes, las vejaciones y las humillaciones (tales como las que se pueden observar en los registros que se llevan a cabo con el estado de emergencia) pueden, por rechazo, incitar a una minoría de esos espectadores a unirse a los objetivos, o incluso a las filas, de las organizaciones que están en el punto de mira.

¿Qué puede desactivar el dispositivo securitario en forma de guerra y miedo que se ha apoderado de la vida cotidiana en Francia?

Es difícil de momento, dada la unanimidad política sobre este tema. El problema con las medidas descritas como “excepcionales” tomadas en momentos de crisis es que no hay vuelta atrás. El caso de Irlanda del Norte o de Italia de los 70-80 lo demuestran muy bien. Se convierten en la manera normal de gestionar una determinada situación. ¿Quién será el político francés que tendrá el valor de no activar el estado de emergencia después del próximo atentado? Por tanto, no estamos frente a un estado de excepción. Para la mayoría de la gente, nada cambia, y es la razón por la cual estas medidas pueden existir y recibir un cierto apoyo. La excepción concierne sólo a ciertos grupos, definidos por su “peligrosidad”, y por extensión unos medios cercanos a ellos. Vivimos dentro de regímenes liberales con bolsas de excepcionalismo. Eso dificulta la mo­vilización más allá de las orga­nizaciones tradicionales de defensa de los derechos humanos. Por eso hay que mostrar que además de discriminatorias, estas políticas son inútiles y, peor aún, contraproducentes. En efecto, participan de la radicalización de gente que no lo estaba y difunden un visión del mundo social dividido entre musulmanes y no musulmanes. Una división que defienden tanto los neoconservadores norteamericanos y la extrema derecha europea como el Estado Islámico y los grupos yihadistas…