España ha sido teatro de una prolongada ola especulativa que terminó abruptamente en 2007, siendo uno de los lÃderes mundiales del ciclo de acumulación inmobiliario-financiero. El capitalismo hispano sacó partido de un uso intensivo del territorio que garantizó fuertes tasas de beneficio, con el apoyo de grandes masas de capitales captadas en los mercados financieros globales. Las caracterÃsticas de este modelo son bien conocidas: volúmenes nunca vistos de construcción de viviendas y de infraestructuras de transporte, proliferación de delirantes macroeventos y megaproyectos y niveles de revalorización inmobiliaria que parecÃan repartir riqueza a todo aquel que fuera propietario de una vivienda, o al menos, «propietario» de deuda.
Por debajo del espejismo financiero-inmobiliario siempre latió un proceso de depredación de los bienes comunes, que ha favorecido una fortÃsima concentración de la riqueza social en pocas manos. Este proceso se puede rastrear en la mercantilización de bienes fundamentales como la vivienda, en el consumo irracional de recursos no-renovables, en los irreparables daños a entornos de alto valor ecológico o a la salud de las personas.
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Ahora, cuando se ha cerrado la fase expansiva, nos encontramos, además, con un paisaje de entornos fantasmagóricos, llenos de autovÃas, puertos y aeropuertos vacÃos, de edificios desocupados que coexisten con el aumento de desahucios. Paralelamente, los niveles de endeudamiento familiar, en un contexto de intensificación del desempleo y la precariedad, estrangulan las economÃas domésticas.
No cabe entender la irracionalidad y el flagrante cortoplacismo del ciclo anterior sin señalar a los que han sido, y todavÃa son, los beneficiarios de este modelo. El ciclo inmobiliario y su decadencia ha estado controlado y animado por unas oligarquÃas incrustadas en las instituciones estatales, autonómicas y locales, que han diseñado un régimen de gobierno monolÃticamente favorable a sus intereses, compartidos con el proyecto europeo neoliberal. Cuando el beneficio inmobiliario-financiero ha dejado de fluir, estas oligarquÃas descargan los costes de la crisis sobre el resto de la sociedad y, especialmente, sobre los sectores más precarios, a través de privatizaciones y recortes que afectan a los servicios básicos, en connivencia con la Europa de los mercaderes. Tampoco debemos olvidar la responsabilidad de los ciudadanos que han contribuido, a otra escala, a fortalecer este cÃrculo.
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Frente al nihilismo financiero-inmobiliario al que siguen aferrados los principales partidos polÃticos, y el silencio del mundo académico, queremos abrir camino hacia una transformación del modelo económico, empezando por recuperar el derecho a la ciudad y resolver los principales problemas pendientes. Para ello proponemos:
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- inventariar y auditar el patrimonio sobredimensionado de suelo, infraestructuras, edificaciones y vivienda para gestionar democráticamente su destino
- inventariar y auditar las deudas, públicas y privadas, para determinar responsabilidades, su legitimidad y fijar las condiciones de su posible impago
- fortalecer las redes de cooperación de saberes y de coordinación de acciones, frente al modelo impuesto de competencia inter-territorial
- instituir el «estatuto de los bienes comunes» para una gestión colectiva y democrática que garantice la inalienabilidad de los bienes necesarios para la vida
En Madrid a 20 de noviembre de 2011
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